Lajas.
Ayer corrí en el carrito "nuevo" por el Valle de Lajas... ¡Qué emoción al ver de nuevo a mi "pasto rubio"! Aunque ya no era rubio, pues la región había sido bendecida con la presencia de la lluvia, la cual pasó de ser una extraña a una inquilina de primera clase, front and center, al cabo de varios meses. ¡Qué cómica se veía la grama, verde y llena de vida! Tuve que contener mis ganas de acariciar la clorofila aterciopelada con mi mejilla. La carretera seguía, seguía; el "fideo" seguía igual.
Ahí estaba, el valle abierto y la tierra baldía, cuando el cielo me dio un golpe en los ojos... no me quedó más remedio que bajar la mirada--me intimidaba. Me decía nena, me decía amante, me decía que lo mirara a la cara. Luego a poco, poco a luego, me atreví a mirar la manta azul que me hablaba. Cubriendo la espina dorsal de las lejanas montañas, me decía *Mírame. Soy hermoso. Aún te amo, a pesar que me abandonaste hace dos años.* Y así fue que el azul pálido se despidió de mí aquel día--con una sonrisa de nubes blancas y una cálida brisa.
Después de horas de revisita, llegué a mi destino. En la mano, un machete y en los labios... agua de coco frío.
¡Qué se joda Chapel Hill! Yo me quedo en Puerto Rico.
Cheers,
Charrrlín.
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